Algunas veces lo hechos de la vida demuestran reacciones inequívocas, aunque no quiera pensarlas. Algunos sonidos evocan pasos perdidos, un detalle de vida que no vuelve, que llama sin esperar respuesta.
Siguen despiertos todos los precisos recuerdos, se apilan junto a otros, se olvidan sin querer. La verdad (que no existe) puede ser más cruel que los dolores que se perciben a simple vista.
Algo me conmueve, me eriza. Sólo tengo la mente perdida, esperando, siempre esperando.
Caen todos los pensamientos felices, se rinden ante esta realidad (extrema). Y me seduce la noche, casi sin querer, planeando las lágrimas, que no dejan lugar a dudas.
Punto límite entre obsesión y desdén. Partes de mi ser se despliegan, para poderte ver.
Me pierdo, entre la noche que me entregas y el vacío de la realidad. Sumida en mis fantasías, ruego volver a verte, imploro momentos, aunque más no sea para contemplarte.
Encuentro silencios en mi ser, más que palabras de placer.
Mundana, de aspecto cerrado. Se hastía el aliento frente a los muros voluptuosos.
Se transforma en carne, mientras la sospecha me invade. No tengo más que bellos placeres ocultos para ti en mi nombre.
Las hilanderas no descansan, se yerguen frente a la profundidad de aquel despertar. No hay más distancia, que la propia circunstancia. Si hay deseo, Si, hay deseo.
Pálidos desaciertos polulan a mi alrededor. Decidí morir un día de estos sin esperar nada más que la luna. Vagué tanto tiempo por el sinfín de los cementerios creados, transitando noches plagadas de veneno.
Puse condiciones a lo planeado, inventando una cárcel y una salida. Todos levántense a esperar el amanecer! Es más crudo hoy que ayer.
El vuelo de los pájaros se tiñe de un azul plata. Las mañanas vuelven una y otra vez, como un despertar sin fin. Como si se apagara la llama, vamos buscando el fuego que creamos alguna vez
Luz, siempre la luz. Recurrente pensamiento que se destiñe con el tiempo, que se desgasta en la oscuridad. La verdad contrastada dice más de lo que imagino. Aún así puedo sentirme plena en mi ignorancia. No será eterna; lo vaticino. Sin poder interpretar del todo las voces a mi alrededor,
podremos percibir la inequívoca esperanza que nos reúne.
Encontrado ¿Que cosa? Previsto, los atardeceres sin pausa.
Desequilibrándome, creando sensaciones en mi cuerpo y en tu nombre. Acecha la duda.
Caigo al punto de la obsesión, se funden en mi piel todos y cada uno de los momentos en que te percibo.
Mi boca me juega una mala pasada, ¿O será mi mente que me engaña y no logra con la palabra hablada lo que logra con la palabra escrita? Divago. Si ya no existe el camino, tan sólo una nueva respuesta, a este delirio, a esta intrínseca duda que me invade, a cada minuto, en cada estado de mi ser.
Cabalguemos el desierto, el mar de dudas. Tan sólo recreándonos voluptuosamente. Es todo lo que nos queda ahora.
No logro encontrarme en esta eterna búsqueda he caído. Seré un comediante y resignado por la falta de atención, me volveré repugnante.
El limbo de la comodidad, esa dulce y asquesora sensación que me da. La parte grotesca del mundo invade casi todo mi ser. Temiendo por lo que vendrá, olvido que este presente está marcado por la obviedad.
Me desvivo por la mentira y con el arte del engaño sacío mi sed. La contradicción me tomó prisionera ¡Maldita! Y promete no dejarme escapar.
Si, lo sé, mi sed, mi lengua torcida, que canta poemas que alguna vez robé.
El valor de mi mano no conoce belleza en la aurora, ¡Voluntad, ven a mi! El talento del despiadado es algo que nunca tendré Cuanto más atraviesa el tiempo mi cuerpo, más tengo ganas de actuar.
He robado de todo ¡Acción! pero las llaves del primordial tesoro me son inalcanzables. La sal de la piel engaña, me engaña.
Suelo caer bajo un influjo, sin poder dormir me reclino, ante todos los supuestos pecados, que alguna vez la humanidad inventó para poder recrearse.
En un océano de rostros olvidados, me volveré de piedra, me transformaré en cristal. Me darás tu cuerpo, porque ya nada te pertenece, el tiempo se agotó.
No estaremos satisfechos, aún después de esta finitud iremos por más.
Desencajada y nerviosa, desprovista de mis escudos, me encuentran algunos días casi desprevenida.
Sin máscaras, tan sólo esencia, con todas mis posibilidades, con todos mis impedimentos, fortalezas y debilidades en contínua lucha.
Septiembre ya pasó, los días del hombre están aquí, quien sabe por cuanto tiempo.
Suelo perderme en esas nimiedades, sin poder resolver mis propios misterios, ignorando con felicidad el sonido de las balanzas terrenales.
Y es ahí cuando la incertidumbre me abarca, me cerca, me aprieta y me ahoga, paralizándome, sin saber que hacer y para qué.